En el mundo de Ana Excogi, el tiempo era fluido y las sombras bailaban al ritmo de las luces de la ciudad. La primera vez que lo descubrí, estaba perdido en el laberinto de mi propia cabeza. Había entrado allí buscando respuestas, pero encontré solo preguntas.

Me dí cuenta de que era una chica como cualquier otra, con sus miedos y sus deseos, sus pasiones y sus debilidades. Pero en aquella ciudad, todo parecía distorsionado. Las calles se estiraban como sombras, y los edificios se alzaban como gigantes que me miraban con ojos vacíos.

A medida que caminaba por las calles de Ana Excogi, empezé a sentir que algo me estaba llamando. Al principio pensé que era una llamada de ayuda, pero luego me di cuenta de que era algo más profundo. Era una llamada de respuesta, un llamado a descubrir quién era verdaderamente.

La gente de Ana Excogi era extraña, con sus rostros ausentes y sus ojos sin expresión. Parecían estar en trance, como si estuvieran pendientes de algo que solo ellos podían ver. Me sentí aislado, como si estuviera perdiendo la mente.

Pero a medida que iba avanzando, empecé a sentir que la ciudad estaba cambiando. Las sombras se movían más rápido, y las luces brillaban con una intensidad que me cegaba. Me sentí abrumado por la sensación de estar viviendo en un mundo vertiginoso y Caóticos.

En Ana Excogi, aprender a perderse era lo mismo que aprender a encontrar. La chica que me vi a mí mismo en sus calles era una y al misma persona.