La ciudad ha cambiado desde la escritura de la “Ley de salvaguarda del silencio”, donde ciertos libros no podían ser mencionados sin grandes castigos. Éramos conocidos como un pueblo soñador, pero con el tiempo nuestra pasión por los relatos nos fue quitada, rociada en nuestra imaginación como una fría tormenta. No era difícil adentrarse en la librería oscura más allá de la esquina, llena de tomos ordenados según las categorías invisibles a la vista. Hubo una noche en la que cruzamos ese umbral, que el miedo latía e impregnaba el ambiente.

Acabábamos de descubrir los secretos que guardaba Lia, la última lectora, nuestra líder. Lia escribió un manifiesto en una sobrecubierta de parchment. Su manifiesto decía un verso único:
“Si ya no puedo llorar, contaré las historias al silencio”
Entonces conocimos a Haniel que desde que se quedó huérfana apoyó y concibió este soñado proyecto, que es a la cual representa nuestra presencia en una ciudad necesitada de la audiencia que quiere merodear lo sublime.

La librera guiaba a las personas a través de escondidos pasillos en busca de las dos mejores predicadores de historias: Elkü y Dandáp. Ojalá nuestra pobre casa fuese como una estación completa de energía recuperada durante la tímida aurora apenas en pálida verdor.

¿Entonces? Quién más pueda leer está librado a las oportunidades que nos depara un profundo y poderoso vocero del pasaje más luminoso de la Errentía, en donde [andra_blc] luego aceptará nuestra historia, con sus sofisticados pasillos y sorpresa de Palabra cuzán…