La ciudad de Kuroi estaba envuelta en un silencio sepulcral, como si el mismísimo destino hubiera decidido callar a sus habitantes. Pero encontrar el silencio en una ciudad poblada de mentes inquietas y espíritus incontenibles era como buscar agua en medio del desierto. Algo había cambiado, algo que se filtraba en la atmósfera como una sombra que se movía sigilosamente en la oscuridad.

Se decía que la ciudad estaba bajo un hechizo, una maldición que había sido lanzada por una joven conocida como Ayami Sakurai. Su nombre eraspoken en baja voz, temerosamente, como si el simple sonido de sus palabras podría hacer que el viento comenzara a soplar con fuerza, sacudiendo las paredes de las casas y haciendo que las ventanas se asfixiaran con el eco de su historia.

Ayami Sakurai era una joven hermosa, con ojos negros como la tinta y cabello negro como la noche. Bibliotecaria en una pequeña biblioteca que se erguía en el centro de la ciudad, era conocida por su gran erudición y su pasión por la literatura antigua. Pero había algo en ella que llamaba la atención, algo que parecía reflejarse en sus ojos como un espejo negro reflejando el fondo de un pozo sin fondo.

Se decía que Ayami Sakurai había descubierto un secreto antiguísimo, un arcano que había sido olvidado desde la creación misma del mundo. Un secreto que había robado su alma, devorándola como una bestia feroz en la oscuridad. Y ahora, esa bestia había sido liberada, y la ciudad se encuentra bajo su castigo eterno.

Algunos dijeron que Ayami Sakurai aún vivía, escondida en el fondo de la biblioteca, rodeada de libros y manuscritos antiguos. Otros dijeron que había desaparecido, tragada por el mismo oscuro secreto que había descubierto. Pero todos estuvieron de acuerdo en una cosa: la ciudad de Kuroi nunca volvería a ser la misma.

Y ahora, cada noche, cuando el pozo de la ciudad se sume en la oscuridad, se escucha un ruido extraño: el sonido de una bruja que organiza mientras se susurra su nombre más veces.