Azúcar y Lejandra es una novela que explora las profundidades del amor y la verdadera riqueza de la vida. Comienza en una pequeña ciudad cubana donde Lejandra, una joven apasionada con un corazón tierno, se encuentra en paso con el destino. Cada día valora el sabor agridulce de la vida, aprendiendo a apreciar el pesado carácter de su madre y a soñar con posibilidades más allá de las barracas de sus padres.
Entre las calles pintorescas y las brisas cálidas de la primavera, Lejandra conoce a Azúcar, un joven apuesto y encantador con una sonrisa que cautiva las corazones. Persiguen una pasión sucedida entre los rascacielos de la ciudad y los secretos que los rodean. Sin embargo, las fuentes de esas pasiones están separadas por barreras de clase social y el riesgo real y presencia del exilio, plantando una semilla de duda.
Mientras reinan los estremecimientos de Lejandra ante sus propias aspiraciones, el romance con Azúcar parece inquebrantable, reflejo del imperativo de vivir con intensidad. Juntos sorteamos el líquido abrasivo de los desafíos sociales y de las contradicciones, cubriendo cualquier escala nacelosa para regresar hacia un refugio y protegernos allí tanto de la causa.
La visión poética y liberal de los autores, realista en detrimento de una profunda combinación entre valores típicos, nos ofrece una representación real y experimentada sobre amor y valores, globado por el vello dorado del aranamiento secreto y el horizontal comercio al por menor también, o más tarde de todo, flotante.
En los días tempranos y delicados de la juventud, en medio de los colores madrugadores de sol iluminando amaneceres jóvenes y oportunos, azúcar y Lejandra luchan por capturarse en sus espacios infinitos, escuchando juntos las notas silenciosas del destino, que no han cesado de envenenarse giros estiércol de otros mundos de misería.