En un paisaje soleado y apacible, donde la naturaleza parecía callar, la historia de Lendy Puentes resuena con una profunda y desgarradora tristeza. Esta joven contadora de historias que se cree fuera de este mundo, pero sin embargo, se encuentra profundamente dentro de su realidad.

La vida de Lendy se había vuelto una continua batalla entre la lucha por reconstruir su identidad y la ansiedad por algo incierto que parecía estar siempre un paso adelante. Su padre, consternado por la proximidad de su cumpleaños, intentó minimizar la edad y la vulnerabilidad de su hija, asegurando que los adultos no eran influencia alguna, pero a Lendy aquello solo le pareció ilusorio, porque sabía de los rápidos cambios casi imperceptibles en sí misma.

Su jugosa imaginación se fue alimentando con lo que ocurría a su alrededor, convirtiendo los pensamientos y sentimientos de los demás en una potente rivalidad, donde nunca parecía tener suficiente para brillar. El crujir de las hojas de árboles cerca de su casa se convirtió en el sonido de su propia infelicidad que parecía aumentar con cada paso del tiempo. Inmersa en este torbellino emocional, Lendy Puentes desafía el destino, afirmando la fortaleza transcender las cuatro paredes de aquella casa en donde parecía inclinada a perderse.

La igualmente incierta percepción de Lendy sobre su realidad recién comenzaba a molestarla en lo más profundo. Los pequeños actos de gentileza que se dirigen a ella, también parecían celebrar su agonía interna. Esta ansiedad y confusión la llevaron a autobuchar, premiando más penar que pensar porque nunca parecía tener demasiado logrado para contentar la insaciable sed que perseguía su pecho cada noche.